Creo un blog dedicado a todo el material grandioso que me hizo crecer como seductor, como hombre y, sobre todas las cosas, como SER HUMANO. Y no voy a dejar de lado mis reflexiones y aportaciones. Hay un POTENCIAL NATURAL que quiere liberarse.. Esto promete y mucho, si quieres enriquecerte estas en el lugar adecuado.. B I E N V E N I D O.

sábado, 23 de marzo de 2013

Un dolor que acabas amando.


Con el cuerpo machacado por un día intenso de surf, disfrutando por igual de un buen trago y de algunas de las mujeres más fantásticas que había conocido en mucho tiempo comentaba con un instructor de surf lo duro y cansado que es remar con la tabla hasta donde coger las olas. Él suspiró, me dijo que a él también le parecía insufrible pero que era un dolor que acababas amando.

Sucede lo mismo con la seducción. Hay mil momentos en la seducción que son duros. Está el miedo a abordar del que nunca te consigues desprender del todo, están esas mujeres que sabes que son sensacionales pero que parecen estar dispuestas a arruinarlo todo, están esas noches horribles en las que nada sale bien, los fracasos...

Muchas veces ves una chica y te gustaría conocerla pero dices ahora tengo que acercarme, proyectar un good vibe, iniciar una conversación que le resulte atractiva, empezar a hablar en yo, escalar y todo eso sin pensar en que la chica se ponga tonta y ralentice todos los avances. En esos momentos piensas ¿no hay un atajo para todo éso?

Pues no, no lo hay. Es como cuando en el surf después de coger una ola te ves de nuevo en la orilla, entonces te giras y ves que te tienes que volver a meter muy adentro y piensas ¡que pereza volver a nadar hasta dentro otra vez! Pero lo acabas haciendo porque es un dolor que has acabado por amar.

Seducir una mujer es un proceso durante el cual puedes llegar a pasarlo muy mal. Pero esos momentos muy duros son parte de la seducción. Yo soy el primero al que le gustaría desprenderse de todos esos malos ratos, pero sé que no puedo porque sé que son como los besos y las caricias: una parte del juego.

Cuando pases por una de esas situaciones críticas procura mantener la calma. No te desesperes. Hasta el mejor seductor del mundo tiene momentos de sufrimiento. Simplemente no te pares, ignora todo ese sufrimiento. Es parte del juego así que ni te detengas ni te lamentes.

Cuando estás con una mujer maravillosa ¿quién se acuerda del miedo a bordar? ¿quié se acuerda de tus fracasos? ¿Quién se acuerda de los malos momentos?

La seducción es dura. El dolor nunca se va pero es un dolor que llegas a amar porque sabes que es parte de un juego que te encanta.

Cuando remas mar adentro no piensas en lo mucho que te duelen los brazos porque sabes que cuando cojas la ola te vas a sentir en la gloria. Sabes que si quieres hacer surf tienes que remar antes, es parte del juego. Es un dolor que acabas amando.

Un abrazo.

Por Mario diDomenico.

DI QUE SI


“Si, si, si… Decidlo un millón de veces ¡Si! Y luego, un millón de veces más. Y la palabra que habréis dicho dos millones de veces es… ¡Si!”

No hace demasiado tiempo, acudí al cine –acompañado de una chica, por supuesto– a ver en la gran pantalla la última película de Jim Carrey. El cómico actor al que adorara de niño hacía tiempo que había dejado de hacerme gracia, sin embargo, las críticas acerca de su nuevo trabajo para el celuloide (que como todos sabemos, acostumbran a ser ácidas y mojigatas en extremo) parecían prometer un rato divertido.
Lo cierto es que disfruté mucho del largometraje y el bueno de Jim logró, como antaño, arrancarme más de una sonora carcajada; sin lugar a dudas, la historia consigue dibujar una sonrisa perenne en el rostro del espectador a lo largo de toda su duración.
La trama discurre alrededor de un divorciado desganado que afronta la vida con la mayor de las desidias. Rechaza de manera sistemática cualquier propuesta, a menudo nacida de sus mejores amigos, que tratan de hacerle ver lo trágico que resulta para uno mismo vivir encerrado en una autodestructiva rutina, caracterizada por la incuria, que lo lleva de casa al trabajo y del trabajo a casa, con película de videoclub para el enclaustramiento del fin de semana.
Sin embargo, todo cambia cuando el protagonista se ve arrastrado por un antiguo colega hasta un particular seminario de autoayuda; a partir de entonces, únicamente podrá decir que “si”a toda propuesta o petición, revelándose ante él una imparable sucesión de anécdotas y experiencias que lo llevan a experimentar un profundo y enriquecedor –aunque cómicamente radical– cambio de actitud ante la vida, todo esto antes de que el largometraje empiece a verse salpicado por esos extraños tintes románticos que caracterizan ya a todas las comedias americanas, momento en que este comienza a hacerse previsible y menos divertido.

Entre risas, la pantomima me hizo reflexionar sobre esa sencilla regla que aquel ficticio gurú promovía entre sus muchos seguidores: ¡DI QUE SI!
Desde hace largo tiempo guardo entre mis notas aquellas destinadas a dar forma a un artículo que tenía previsto dar a luz con el título de “estrésate un poquito”, invitando a mis lectores a hacerse con una agenda en la que distribuir sus actividades con el objetivo de tener siempre algo que hacer y que jamás cunda la inapetencia.
Lo cierto es que la apatía es una costumbre. El hábito remolón no tarda en engendrar una desgana que, si continúa reafirmándose en el individuo confinándolo en la comodidad de su hogar, termina por devenir en aburrimiento.
El aburrimiento implica una actitud depresiva por definición, puesto que la distimia – término psicológico para referir una depresión a menor escala– se caracteriza precisamente por el abandono y la falta de interés hacia cuanto nos rodea. Cuando se impone el hastío, elementos como un estado de ánimo bajo, el deterioro de las relaciones sociales y la sensación de fatiga física comienzan a ser cada vez más frecuentes, por lo que es algo definitivamente reñido con lo que aquí llamamos Juego Interno.
En definitiva, podemos decir que estar ocupado ahuyenta las preocupaciones y nos regala una vida más rica –con más estímulos de los que aprender y disfrutar–, mientras que la apatía se ve irremediablemente acompañada por un exceso de actividad mental a menudo compulsiva que, como sabemos, tiene un predominio egótico y por tanto es fuente de sufrimiento emocional y baja autoestima. Con motivo de esta verdad, encontramos servicios como la relativamente novedosa Terapia Ocupacional, disciplina sociosanitaria que, si bien su principal función es la utilización de actividades de automantenimiento, trabajo y juego para incrementar la función dependiente de aquellos con dicha capacidad limitada o en riesgo, se revela imprescindible para prevenir o hacer frente a trastornos depresivos.
Amigos míos, el aburrimiento y la monotonía son peligrosos, y el hábito de entregarnos a ellos una amenaza silenciosa. Esto no quiere decir que no podamos regalarnos a nosotros mismos un día de descanso en el que regodearnos en el placer de nuestra propia holgazanería, pero tal cosa no debería convertirse nunca en una regla.

Tanto la actividad física como el entretenimiento mental –enfocándonos en tareas– son requisito fisiológico indispensable para una realidad interna sana.
El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo y por tanto la oxigenación de todos los tejidos, ¿has observado lo lánguido y mustio que te sientes cuando permaneces horas y horas tendido en el sofá después de haber dormido un exceso de horas? El tono muscular baja tanto que lo único que deseas es permanecer tumbado mientras la desidia atenaza más y más nuestros corazones. Por otra parte, cuando nos entregamos al esfuerzo y el sudor resbala por nuestra frente agotada, todas las preocupaciones parecen desaparecer mágicamente, no solo por el aumento de la presión sanguínea –que favorece la eliminación renal de toxinas y demás productos de deshecho– y la oxigenación de nuestro cerebro, sino también gracias a la acción de las renombradas endorfinas, auténticos opiáceos endógenos.


Así como solemos centrar nuestra atención en aquello que anda mal en lugar de hacerlo sobre lo que marcha bien –que normalmente supera el 90% de todos los elementos que conforman nuestras vidas–, la mayoría de nosotros parecemos estar condicionados a decantarnos inicialmente por el “no” y permanecer en la anodina zona de confort de la que tanto se habla en la Comunidad.
Quizás sea porque atreverse a decir que si siempre implica un riesgo, o porque lo desconocido, aún a pequeña escala, siempre ha intimidado al ser humano –o inspirado a otros que recordamos como extraordinarios–, a menudo la reacción será refugiarse en una negativa cuando aparece una nueva puerta ante nuestras narices, desde probar una marca de cereales diferente para el desayuno hasta decidir si nos vamos o no de viaje a Zanzíbar.
Por tanto, se me antoja tremendamente positivo elaborar una sencilla regla mental que fácilmente podamos extrapolar a todos los aspectos y circunstancias de nuestra vida cotidiana, la cual no podrá sino enriquecerla considerablemente. Cometeremos más errores, es cierto, y quizás nos veamos más de una vez en alguna situación incómoda, pero con esto ganaremos nuevas vivencias y experiencias de las que sacar jugosas lecciones, además de todos los descubrimientos y anécdotas que con toda seguridad vamos a cosechar. Dicha pauta se traduce en adoptar el hábito del “si” y arriesgarse a la aventura fuera de esa zona de comodidad en la que gusta de refugiarse nuestro subconsciente adormecido, cosa imprescindible para los que estamos involucrados en las Artes del Corazón ­–con su práctica y desarrollo­– y el crecimiento personal. Podríamos describirla de la siguiente manera:

Cuando dudas entre hacer o no hacer algo en concreto, oblígate siempre a decir que SI

Cuando tengas claro que algo no te conviene o no va a aportarte nada positivo, un “no” es, por supuesto, la mejor opción. Sin embargo, en todos aquellos casos en que la duda te asalte, recuerda que un “si” siempre es para bien –ya sea en mayor o menor medida– y estará contribuyendo a hacer de ti una persona más abierta, osada y valiente, ¡con todos los beneficios que eso supone en proceso y contenido!
¿No sabes si llamar a aquella vieja amiga de cuya conversación tanto disfrutas? –quizás esté demasiado ocupada o no vea lógica tu actitud después de tanto tiempo– ¡Coge el teléfono! ¿No sabes si acudir o no a esa cena que te han propuesto? ­– no conoces demasiado a algunas personas y existe el riesgo de que no congeniéis del todo, la situación sea incómoda o te sientas fuera de lugar– ¡Confirma ahora tu asistencia! ¿No sabes si abordar o no a esa desconocida que tanto te gusta? –cabe la posibilidad de que no quiera saber nada de ti, eligiendo rechazarte cruelmente y sin contemplaciones– ¡Hazlo ahora! ¡Hay mucho que ganar! Desde depurar tu técnica hasta vivir una apasionada historia con ella.
Conozcamos gente nueva aunque pensemos que quizás no vayan a ser del todo afines a nosotros o no compartan nuestros gustos u opiniones, es muy posible que nos sorprendan gratamente. Del mismo modo, vayamos a sitios aunque creamos que podemos aburrirnos o que existe la posibilidad de que no sean del todo de nuestro agrado; tratemos de pasarlo bien y coleccionar anécdotas aunque en un primer momento podamos pensar que este tipo de cosas no van con nosotros. En resumen, acostumbrémonos a conceder el beneficio de la duda.
Apúntate a alguna actividad que te estimule, cómprate la guía del ocio o atrévete a dar tus primeros pasos con el emocionante Juego Diurno.
Empecemos a decir que si y llenar nuestra agenda de compromisos. Una tarde desocupada debería ser siempre una excepción.

Esta regla, precisamente debido a su sencillez, implica un poderosísimo cambio de actitud que se verá reflejado en todas las facetas de nuestra vida.
Personalmente, me comprometo a ponerla en práctica desde hoy, y os invito a vosotros que me leéis a acompañarme con entusiasmo en este propósito.

¡¡¡SI!!!
Por Henky.
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